Noelia Martins

Mi emprendimiento empezó como un proyecto de resiliencia. Durante la pandemia me quedé sin trabajo y comencé vendiendo budines para los vecinos del barrio. Después continué con tortas y me fui haciendo más y más conocida porque donaba budines para la olla popular. Un año después, abrí las puertas de “Dulcinea”. No fue fácil, primero me formé como pastelera en el Instituto Gastronómico Argentino y después busqué mi identidad en ese espacio.

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